domingo, 15 de mayo de 2016

“No quiero perdonar” una obra que refleja una realidad olvidada




 “No  quiero perdonar” Wilson Pico


 Ya son 14 años desde que presencié por primera vez una puesta en escena poco común, en la que la danza contemporánea reflejaba un problemática sociopolítica. La obra fue “No quiero perdonar” del coreógrafo Wilson Pico causo tanto impacto en su público que lo llevo a representar a Ecuador en el Festival Internacional Magdalena Pacífica, en Colombia.


Fue un jueves 19 de septiembre de 2002 que mi padre me llevó junto a mis hermanos y mi madre a una noche familiar, muchas de esas salidas eran improvistas así que nunca sabíamos a donde iríamos pero era seguro que sería a ver alguna obra artística, actividad que a mi padre le apasiona mucho, gusto que luego lo adquiriría yo.

Esa noche era bastante fría y con presencia de una ligera llovizna, a eso de las 18H00 mis padres salieron más temprano de su trabajo y nos recogieron por nuestra casa a mis hermanos y a mí, cogimos nuestros abrigos y salimos; tiempo después llegamos a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que está ubicada en la Av. 6 de Diciembre y Av. Patria. 


A las 18H30 llegamos al lugar y nos dirigimos a la sala de artes escénicas Mariana de Jesús, fuimos unos de los primeros en llegar; mientras las demás personas ingresaban, nosotros nos informábamos acerca de los que sería la obra. Poco después el lugar se llenó por completo, sonó el primer campanazo que nos avisaba que pronto empezaría el show, rápidamente sonó el segundo y tercer campanazo, seguido de esto las luces se apagaron por completo.


Las luces de la sala permanecieron apagadas por unos minutos, poco a poco se empezó a encender lentamente una luz color rojo en el escenario, para esto un grupo de bailarines y bailarinas estaban parados con la vista direccionada al público; su vestuario era bastante común, todos en diferentes posiciones y tiempo comenzaron a moverse, unos como si estuvieran atados las manos, otros caían al piso y otros simplemente fijaron su mirada a los espectadores. 

Los bailarines y bailarinas usaban su cuerpo con tal armonía que en momentos eran sutiles y a la vez llenos de ira, a los pocos minutos se abrieron en el escenario y de espaldas volvieron a su ubicación inicial pero esta vez en las manos llevaban un fotografía en blanco y negro, mientras que las luces se encendieron de tal manera que se podía observar con gran claridad a cada una de las personas en los retratos. Yo me preguntaba quiénes eran esas personas, al principio pensé que eran personas que habían fallecido talvez eran familiares o conocidos, pero a medida que la obra transcurría pude ver que los bailarines mantenían en alto esas fotos como si quisieran que grabemos en nuestras mentes la imagen de esas personas.

Pude notar que las personas que estaban a mi alrededor miraban muy fijamente la obra, impactados casi desconcertados por lo que veían y por las sensaciones que os danzantes os transmitían que eran angustia, sufrimiento, desesperación e impotencia. Durante toda la obra la música fue elemental y cerca del minuto 20 cada danzante mostro su retrato con mucho fulgor junto a la canción “Los desaparecidos” de Rubén Blades en este momento todos en la sala nos impresionamos tanto de saber que las personas de los retratos eran desaparecidos. 


Poco antes de que la obra concluya se representó muy claramente la forma violenta en la que muchas de estas personas pudieron haber desaparecido, por cuestiones políticas e ideológicas, al final la búsqueda por parte de sus familiares sigue pero la impunidad es más fuerte que la justicia. La obra culmino con la gran acogida del público, los fuertes aplausos eran muestra de ello. 


Al salir el impacto era tal, que no podíamos dejar de hablar de ello, un problema social que sabíamos que existía pero que no lo sentíamos como nuestro, durante el viaje de regreso a casa ere era el tema de conversación. 

No cabe duda que esos 23 minutos no solo vi una magnífica obra sino que me llevo a reflexionar que la danza contemporánea es un arte que puede comunicar de lo más inexistente a lo más real y problemático de una sociedad.
  
Al final de la noche me puse a ensar que todos de una forma u otra estamos ligados a esta realidad. ¿Quién no conoce a alguien al que no se lo volvió a ve? o por lo menos sabemos que a alguien le paso. La danza contemporánea hace que estas realidades se transmitan de tal maner que uno puede sentir sentir de cerca este tipo de problemáticas.





El elenco estuvo conformado por Margarita Terán, Yolanda Endara, Johanna Coba, Adriana Mosquera, Tania Quevedo, Dafne Pape-Thies, Tamia Guayasamín, Miguel Jara, Sebastián Salvador y Fausto Espinosa.


VIDEO

https://youtu.be/4iK-a5HHhsM

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